El pasado 15 de junio de 2019, los alumnos de la II promoción del Máster en Psicopatología y Clínica Psicoanalítica pudimos asistir a las clases impartidas por Rafael Huertas y Fernando Longás Uranga bajo los títulos «Historia cultural y social de la psicopatología» y «Placer, pasión y vida buena en el mundo clásico» respectivamente. Ambas clases quizá podrían resumirse con el denominador común de una pregunta: ¿Cómo hace eco el pensamiento de autores clásicos o las narrativas de épocas pasadas a la sociedad a la que hoy asistimos?
Rafael Huertas
Huertas, nos acerca a la narrativa para invitarnos a reflexionar sobre la locura y dilucidar de qué manera los escritos provenientes de fuentes no habituales (novelas, pacientes, creadores…) ha ido calando desde el punto de vista social y cultural, haciendo posible construir «otra historia para otra psiquiatría».
En primer lugar, con la novela científica de finales del s. XIX, Misterios de la locura, de Giné y Partagás, donde el autor, médico alienista español, parece reivindicar la poca atención a la locura y conocimiento de la misma, dándole un valor esencial a la subjetividad y resaltando otra forma de intervención posible en las instituciones psiquiátricas. En segundo lugar, con Los renglones torcidos de Dios, de 1979, escrita por Torcuato Luca de Tena, se nos muestra cómo una novela es capaz de aportar, por un lado, una visión y una realidad cercana a la psiquiatría de la época, en donde se hacía manifiesto la vida en las instituciones y las movilizaciones de la reforma psiquiatra, pero por el otro, la consideración del enfermo mental dentro de la novela como «un renglón torcido de dios», individuos descritos como «errores de la naturaleza». Con esto, Huertas nos lleva a reflexionar sobre si la cosificación y el estigma de la locura que bañan las páginas de esta novela con atracción adolescente, no hacen de la misma una verdadera «bomba de relojería».
Por último, nos conmociona con las cartas escritas por pacientes ingresados en el Instituto Psiquiátrico de Leganés en el siglo XX, cartas que quedan sin destinatarios, palabras olvidadas de expresión de súplica, indefensión, maltrato o abandono. Una «polifonía de expedientes clínicos» que reflejan la cruda realidad manicomial y social que aún hace eco en los tiempos que corren. «Se nos acusan de dementes y trastornados, y es milagroso que no perdamos la razón».
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