«La melancolía en su historia cultural» fue el título escogido por Sara Molpeceres y David Pujantes para dar nombre a la X clase de la II Promoción del Máster de Psicopatología y Clínica Psicoanalítica que tuvo lugar el pasado viernes 14 de junio en la Facultad de Filosofía y Letras de la UVA.

Ambos profesores acompañaron a los alumnos allí presentes en un recorrido por las diferentes interpretaciones que, desde la historia cultural occidental, se han hecho de la melancolía. Obras pictóricas, literarias, religiosas… en las que la melancolía se posiciona como eje central.

Sara Molpeceres

SmolpeceresLa profesora Molpeceres nos acerca al concepto de melancolía en la época antigua. Un Heráclito que llora y sufre frente a un Demócrito jocundo que se distancia de los problemas del mundo, muestran el dualismo existente en lo concerniente a la actitud a adoptar ante el sufrimiento del vivir. Ambos personajes simbolizan los dos polos del carácter melancólico de la época, el de la inactividad y la reclusión y, el de la risa sarcástica y la jocosidad.

La profesora Molpeceres nos deslizará en el tiempo para acercarnos a la visión del individuo melancólico según la medicina hipocrática hasta llegar al Problema XXX del Pseudo-Aristóteles, primera obra sobre la melancolía en la literatura universal, en la que comienza a contemplarse la alteración constitutiva del carácter melancólico aparejada a la posesión de un talento especial. Ya en la Edad Media, la melancolía toma la forma de la acedia, «melancolía del no hacer». Embotamiento, pesadumbre, abandono… que el demonio meridiano ocasionaba al atardecer a quienes se dedicaban a la vida monástica, siendo deber moral vencerla. El filósofo Agamben reflexiona sobre la relación entre el término acedia en el Medievo y en la psicología moderna, en esa línea se pregunta por la proximidad existente entre la patología melancólica y el tránsito del enamoramiento en tanto a lo inasible del objeto del deseo. El melancólico pasa a encarnar el prototipo del sujeto enamorado.

David Pujante

En la segunda mitad de la clase, con la llegada a la época renacentista, toma el testigo el profesor Pujante. Pujante, acompañará al auditorio en un recorrido de la mano del pensamiento de Ficino, quien recupera la idea del melancólico como el creador, como el ser de visión profunda. La melancolía ya no se entiende como una enfermedad innoble sino que pasa a considerarse un rasgo propio del artista. La figura del ser melancólico como ese ser capaz de ir más allá de lo terrenal y ver lo que se esconde detrás, el artista para ser bueno no puede ser más que melancólico. Retratado con esa mano cerrada que trata de coger algo que siempre se escapa.

DPujante

Del temperamento melancólico del Renacimiento a la tristeza barroca de los hombres cultos presos del sinsentido del vivir, la melancolía se convierte en la moda de los elegantes y refinados. El Criticón de Gracián nos coloca la mirada en el «carácter nacional español del hombre vencido por la vida», carácter que impregnará de un velo melancólico toda la creación pictórica y literaria del Siglo de Oro español.

Tras el siglo XIX como periodo devaluatorio de la concepción del «genio creador», llega el siglo XX y, con él, la aceptación de la idea del «artista como ser patológico». Como ejemplos de manifestaciones estéticas adheridas a la enfermedad, Pujante hace referencia a la obra del expresionista Richard Gerstl o del fotógrafo David Nebreda y dice: «son las ostras enfermas las que hacen perlas».  Y, como broche final, Otto Dix y su Melancholie (1930), caricaturizando la fusión de elementos de la tradición pictórica melancólica con los imposibles de la época moderna.

Una clase que finaliza al ocaso, una oscuridad que nos transita como al melancólico de bilis negra pero con la iluminación que da el conocimiento. Se apagan las luces y el risueño Demócrito vuelve a dar paso a un Heráclito reflexivo que cierra su puño tratando de alcanzar algo de lo dicho, pero sabiendo previamente la imposibilidad de su hazaña.